Empezaron en un taller de 15 metros cuadrados haciendo de todo. Pasaron horas de horas de aciertos y errores hasta conseguir las fórmulas precisas para salir al mercado. Cientos de muestras fueron a la basura hasta que, ¡eureka!, la pareja consiguió dos bombones rellenos de maracuyá. Esta joven pareja ambateña estaba dispuesta a no dejarse vencer. Empezaron a ir a ferias en Quito, Guayaquil y Cuenca, sacando colecciones por temporada, como el Día de la Madre, San Valentín y Navidad. En 2018 lograron vender US$ 60.000.
Este tropiezo no los desanimó. Fue todo lo contrario, se recargaron de energías, escarbaban cada posibilidad que veían en frente. Recuerdan que pasaron noches sin dormir hasta que, ¡otro eureka!, apareció una luz al final del túnel. “Un joven nos llamó para proponernos que elaboremos una marca blanca para la empresa alemana El origen, que buscaba un chocolate orgánico, natural y libre de gluten. Pensamos que era nuestra boya de salvación”. Pero esto implicaba mucho trabajo, porque debían presentar una oferta atractiva para ganarles a las empresas grandes. Fueron arduas y largas jornadas de trabajo, tuvieron que obtener nuevas certificaciones, muestras iban y venían hasta llegar a algo único Bites de quinua con maca y de amaranto.
“Muchos nos decían que no vamos a poder, que estamos locos, que nos estamos metiendo con algo heavy, pero nosotros estábamos decididos a dar todo, pese a que sabíamos que si no funcionaba nos quedábamos en cero”. El tamaño de la fábrica era otro obstáculo: debía cumplir con requerimientos y estándares internacionales. Al estilo de Willy Wonka la pareja golpeó las puertas de algunas instituciones financieras y sólo una cooperativa les dijo que sí, pero con intereses altos. Vendieron el carro y con las tarjetas de crédito a reventar consiguieron US$ 68.000 y se pusieron manos a la obra.
“Fueron horas interminables de trabajo, hacíamos todo lo que el cliente nos pedía. El primer embarque fue rechazado porque el sabor era muy fuerte, por suerte, nos dividimos la pérdida. Hicimos una nueva fórmula y les gustó”. Para entonces contaban con 20 colaboradores, trabajaban a doble jornada para enviar el primer contenedor. De pronto los llamaron desde Alemania y les comentaron que la cadena de supermercados Rewe, presente en 14 países europeos, estaba interesada en comercializar los bites. “Participamos en el concurso y ganamos. Nos caímos como condoritos para atrás. Nos sentíamos en las nubes (risas)”.